12.04.2011 por
... el cinismo como icono publicitario
Entrar en una sala que anuncia “anticipándonos al siglo XXI” debería haberme prevenido de lo que me esperaba: entrar en un loop. Entrar en un loop crítico, decir de muchas formas las mismas cosas, decir NO ESTOY DE ACUERDO y decirlo con el lenguaje (visual) de la publicidad. Decir todo de nuevo con otro tempo (fast as you can) y otra iluminación. Volver familiar el objeto de la crítica, volverlo aceptable incluso vendible. La necesidad de la crítica y la fuerza de la contra-crítica. Decir lo que ya todxs sabemos pero raramente se dice: que consumismo significa consumirnos. Decirlo hackeando el universo visual del propio consumidor, dejándonos en un limbo entre el espacio crítico como gag humorístico y el cinismo como icono publicitario.
Las ráfagas visuales que nos tratan como cuerpos muertos, sin tiempo suficiente para obtener un criterio inmediato. La falta de tiempo y la risa fácil como armas arrojadizas. Ocho cortos comisariados por HAMACA, ocho:
El oficio kamikaze de hablar en códigos cuasi-idénticos a los del enemigo para intentar subvertirlos. El riesgo de caer presas de nuestro propio juego de espejos, la capacidad de adaptación y fagocitación de los discursos insumisos que tiene el capitalismo.
La velocidad y el ritmo que nos mueven al unísono del "pancoreográfico" del consumo. La dificultad de discernir y la necesidad de discernir entre quienes quieren cambiar las cosas y quienes quieren sólo venderlas. La importancia de seguir gestando soluciones micro-políticas frente a la voracidad del sistema de consumo y su apelación a lo sentimental. Frente a la crítica el peligro de la hipercrítica y su indolencia intelectual. Frente al trabajo de denuncia de estos cortometrajes surge la aseveración urgente de entender que no todo vale, que el mundo es complejo y ya no puede ser leído en las vetustas polaridades del bien y del mal.
Ocho cápsulas de micro-política que nos ponen en un border interpretativo, que nos (in)ponen unos marcos de lectura, que afirman: somos consumidores y odiamos el capitalismo. Una grieta visual que entra en el ojo-espectador y se enfrenta a la posibilidad de que al contar un relato crítico éste se vacíe y sea simultáneamente fragmentado en slogans publicitarios, transformando su insurrección en un gag hilarante que se comercializará junto a otros productos en el mercado de la extimidad.