25.11.2010 por
Lo importante, para cualquier propuesta, es diseñarse, comunicarse, financiarse, ejecutarse y evaluarse como proyecto. Esto hace que cualquier propuesta que quiera ir más allá de la espontaneidad y la gratuidad absoluta de todos sus esfuerzos, tenga que adoptar en algún momento esta forma. Boltanski y Chiapello analizaron de manera brillante, en su El nuevo espíritu del capitalismo, lo que era vivir en la “ciudad por proyectos”. Los años van pasando y la intensidad con la que nos penetra la ciudad por proyectos se ha intensificado. Hoy podríamos decir que la lógica del proyecto ha alcanzado los niveles de violencia simbólica que en otro tiempo habían adquirido las instituciones totales: fuera del proyecto, como clave de lectura de todo hacer, no hay nada. Tampoco hay ningún interlocutor válido que no se presente con su proyecto por delante.Más o menos pobres y precarios, vamos por el mundo con los bolsillos repletos de proyectos, con sus siglas, sus nombres, sus marcas y su balance de éxitos y fracasos. Por eso en este escrito he intentado no caer demasiadas veces en la trampa y he usado, casi siempre, la palabra “propuesta”. Fernand Deligny, educador (entre muchas comillas) de delincuentes, autistas y otros imposibles tenía una palabra mejor: tentativas. Cada espacio educativo que abría, cada lugar de vida que conseguía sostener por un tiempo, era una tentativa. Ni un centro, ni un proyecto: una línea capaz de trazar un precario espacio de vida que quizá permitiría (o no) vivir a alguno o algunos de los que allí “caían”. Frente a la lógica computable y reconocible del proyecto, la tentativa es dueña de su tiempo, de su ritmo, de su valor. O funciona o no funciona. Y sólo funciona mientras permita a quienes la habitan seguir aprendiendo, seguir respirando, seguir desplazándose, seguir tejiendo un mapa imprevisible de alianzas con otras tentativas.
Extracto de DAR QUE PENSAR de Marina Garcés, publicado en Espai en Blanc, 7 - 8 y republicado en el Blog de Educación Expandida. Los enlaces y las negritas no están en el original.
La imagen está tomanda en Shangai (¿El prototipo de la ciudad de proyecto?) por Felipe G. Gil y está titulada "No es una maqueta, es la realidad".